Blanco, celeste, celeste, blanco, colores que no nos dejan indiferentes, colores que nos traen recuerdos de patios de escuelas, de cintas en el pecho, de música y Patria.
Un viejo y auténtico artista del folklore expresó al plantarse con orgullo y autenticidad sobre un escenario, que si algo inteligente había hecho en su vida fue quedarse en esta tierra bendita, tierra bendita y bendecida por el Creador que no escatimó paisajes, ni recursos, ni colores, ni fertilidad, como tampoco diversidad y vida.
Argentina, tierra nuestra, Patria Grande, suelo abierto, fecundo y generoso. Suelo donde semillas germinan, crecen y se hacen espigas derrochando vida.
Argentina, Patria herida, tantas veces mancillada, ultrajada y despreciada por quienes nacieron en tu propio seno.Patria, madre, incomprendida, abandonada por tus propios hijos cuando alguna crisis te enfermó cruelmente.
Tanta razón tiene quien dijo: tuve la lucidez de quedarme, tuve el coraje, el temple y el amor para hacerlo.
¿Qué se puede pensar de los hijos que huyen y abandonan a su madre cuando está postrada y enferma?
Patria nuestra, Patria grande, generosa, tan abierta que permitís que te digamos crisol de razas, mezcla, abanico y por ello miradas hacia afuera, más allá de los mares, más allá del horizonte.
Pensando en otros cielos, buscando otros firmamentos, decididos a hacer tareas, a afrontar desafíos que aquí mismo se rechazan.
Ojalá no dudemos en hacerte grande, ojalá no temamos en jugarnos, en gastarnos, en seguir apostando para verte de pie, erguida, andando.
Que el fervor y el amor a tu esencia, nos trascienda más allá del deporte o las masas, que sepamos descubrir tus sueños y en ellos encarnemos los nuestros.
Que sepamos entonar tu música, aún cuando la melodía no encuentre sus acordes adecuados.
Que sepamos recorrer tus valles, sin dejar de ambicionar tus cumbres.
¡Patria grande, Patria herida, perdona si por mí, también, estás sufrida!!
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